Un escritor europeo, Max Zorn, acude a Nueva York para la presentación de su nuevo libro. Allí se reencontrará con un antiguo amor perdido, Rebecca, una atractiva y exitosa abogada con la que pasará un fin de semana en Montauk, un lugar que a ambos les recuerda lo que fue hace mucho tiempo su vida en común.
Regreso a Montauk, la nueva película de Volker Schlöndorff, es una historia de nostalgia, arrepentimiento y deseo de reparar los errores del pasado. Cuenta con dos pesos pesados de la interpretación europea como Stellan Skarsgård y Nina Hoss como pilares sobre los que se construye la trama y, sin embargo, acaba dejándonos totalmente fríos.
El motivo es bien simple: la falta de química entre ambos resta credibilidad a todo lo que ocurre. Tampoco ayuda que en todo momento se nos presente al protagonista como un Don Juan irresistible ante el que toda mujer siente tambalear sus piernas. Ni el personaje de Max Zorn ni el propio Stellan Skarsgård parecen disponer de tantos atributos que lo hagan razonable.
A pesar de todo, el film nos brinda algunos momentos dramáticos a la altura, especialmente gracias a una Nina Hoss entregada a la profunda amargura de su personaje y a unas secundarias como Susanne Wolff e Isi Laborde que representan la verdadera realidad de la cruda vida neoyorkina.
La falta de química entre Stellan Skarsgård y Nina Hoss resta credibilidad a todo lo que ocurre.
Regreso a Montauk resulta ser un continuo de altibajos provocados principalmente por la incapacidad de Stellan Skarsgård de convencer con su personaje. Nos quedamos con la duda de saber qué habría sido de ella con otro actor más acorde al personaje, con algo menos de frialdad y muchísima más pasión y energía de la que se supone debería llevar un escritor europeo tan arrebatador.
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